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Francisco Idareta-Goldaracena
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 189 a 209
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022437426
y aunque en los artículos de la ley únicamente hallemos lo que
no debemos hacer, sólo en nuestro corazón encontraremos lo
que sí debemos. No debiéramos ser “aplicadores mecánicos de
un artículo del reglamento, sino intérpretes de una idea: la de
conservar en el penado la persona” (Arenal, 1891, pp. 141-142).
Para Arenal la razón
siente
el impulso que brota del corazón. De
hecho, Arenal fue capaz de comprender el sentimiento de obli-
gación que se deriva de la propuesta kantiana a la que alude
Cortina (2007, 2021), puesto que entendía que el imperativo ca-
tegórico residía en el corazón de cada persona (Arenal, 1869a).
También coincide Arenal con Kant en la importancia de cultivar el
sentimiento moral de la simpatía. Todo ello porque ella entendía
que al corazón hay que ponerle cabeza y a la cabeza corazón
(Arenal, 1863) y que, para que la ayuda a las personas más
necesitadas se garantice, es fundamental la compasión.
Para ella, la experiencia debe pasar primero por el corazón,
lugar en el que se la despoja del encorsetamiento impuesto por
la razón racionalista, donde esa experiencia será comprendida
como realidad anterior a su conceptualización, es decir, en su
sentido originario y con su significación completa y, sólo enton-
ces, podrá ser racionalizada. Racionalización que siempre lleva-
rá la huella del sentido y el significado anterior a la conceptuali-
zación, que siempre llevará la marca de un conocimiento
incompleto, provisional y aproximado. Por ello, la razón compa-
siva es aquella razón que permite reconocer que en los márge-
nes que deja el foco de luz, también hay penumbra que debe ser
considerada (por ejemplo, emociones como la compasión). En
sus palabras, “la tendencia al bien (…) pasa del corazón a la
cabeza” (Arenal, 1861, pp. 78-79). Es decir, que para hacer el
bien, primero, hay que sentir y, seguidamente, pensar bien y ha-
cer mejor, ya que “la sensibilidad ha de procurar equilibrarse con
la razón” (Arenal, 1891, p. 210). Una vez que se siente compa-
sión por el dolor ajeno, es cuando se piensa bien y se actúa
mejor (Arenal, 1880b). Ni el sentimiento separado de la razón, ni
la razón separada del sentimiento garantizan el cumplimiento del
deber moral ni, consiguientemente, la forja del carácter. Todo ello
porque hay que “servirse del corazón para entrar en la cabeza (…)
La enmienda por el solo sentimiento es posible; pero, en